martes, 22 de febrero de 2011

Cap II

Cap II
ANECDOTAS

Ahora paso a contaros algunas anécdotas que me han ocurrido como fumador empedernido pero me es obligado dejar de escribir porque el solo hecho de hacerlo sobre este tema me entran unas ganas terribles de fumar, me retiro del ordenador, me alejo de aquí, me voy al jardín a dar un paseo, tomaré algún refresco, haré algo que me distraiga y me haga olvidar porque debéis comprender que escribir sobre algo que se desea, ver las imágenes, recordar y no poder es doloroso, hay que tener mucha fuerza de voluntad para aguantarse, así que hasta otro rato.

Ya he regresado, han pasado tres días, se me ha olvidado por donde iba y no voy a leer para recordar, trataré de seguir narrando mi vida como fumador empedernido tal como me vaya acordando y saliendo el tema.

Ah si, las anécdotas, allá voy.

He pasado por situaciones realmente insólitas, vergonzosas y desesperadas hasta tal punto de buscar colillas no por falta de dinero sino por el horario, en varias ocasiones siendo fumador reconocido me ha faltado tabaco en horas muy avanzadas de la noche, todo cerrado sin posibilidad de comprar, tal “mono” invadía mi mente que se puso en marcha pensando donde podía encontrar algo para calmarlo, las calles muy poco iluminadas, miraba al suelo y nada encontraba de valor positivo donde poder arrimarle el encendedor y darle aunque solo fuera una chupadita, nada de nada, ni viandantes o paseantes posibles fumadores a los que pudiera pedirles un cigarrillo, y “el mono” se agudizaba, hizo trabajar a la mente haciéndole pensar donde podría haber colillas a esas horas de la madrugada, y el cerebro funcionó, vaya si funcionó, dio órdenes a mis piernas para que se dirigieran a una clínica o centro hospitalario donde en la puerta siempre hay un hermoso cenicero normalmente repleto de colillas y muchas más a esas altas horas de la madrugada.

Dios,que delicia¡¡¡, mis ojos se iluminaron al ver tantas colillas amontonadas en aquel hermoso cenicero metálico, y muchas apenas sin acabar, siempre llevaba un encendedor en mi bolsillo, era como un amuleto, como algo imprescindible que cuando salía de casa nunca olvidaba meter en el bolsillo, podría olvidarme de la cartera, de coger algunas monedas, las llaves del coche pero del mechero nunca jamás y no lo hacía porque fuese un pirómano, simplemente era por el instinto natural del fumador, junto al preciado tabaco es el arma más importante para poder fumar, es la pareja perfecta e imprescindible para un buen fumador, sus más preciados utensilios para calmar al maldito diablo que llevas dentro. Mis ojos eligieron la colilla menos consumida, desde lejos parecía un Malboro, con mi mano derecha la cogí, con los dedos de la izquierda arranqué el filtro que podría contener microbios de alguien que podría ser un tuberculoso o sidoso, aún quedó un buen trozo para prenderle fuego y sacarle el preciado jugo, con mis temblorosas manos lo coloqué en mis labios y lo encendí, creo que la primera calada me llegó a los talones, el placer, la satisfacción que experimenté es difícil de explicar pero los fumadores lo saben muy bien. Había caminado casi 5 kilómetros en un desierto nocturno para calmar mi sed de fumador empedernido.

Mi primera crisis de abstinencia la pasé estando en el Ejército, en aquellos tiempos por cualquier pequeña falta nos mandaban al calabozo, a mi me metieron varias veces pero la primera fue donde pasé mi primer “mono”. Nadie tenía tabaco y si algún privilegiado podía disfrutar de él lo guardaba muy celosamente, no era fácil conseguir un cigarrillo, entonces y menos dentro del calabozo pero yo me las ingeniaba sacando mi mano por la ventana de la celda que daba a la calle donde las ramas de una acacia rozaban los barrotes, mi sed de fumar era tal que también ésta fue la primera vez que mi “coco” se las ingenió para calmarla; recordaba cuando mi amigo Kiko Pelaespigas al hacer la recolección de la cosecha del año y al no quedarle tabaco del año anterior, supongo que debía llevar varios días sin probarlo por habérselo terminado, o tal vez semanas o meses, su “mono” debía ser como el de todos, vi como cogía varias hojas y las secaba en una fogata, después las picaba, las liaba y se las fumaba plácidamente, entonces pensé que yo podía hacer lo mismo con las pocas hojas semisecas que le quedaban a la acacia y como era invierno cogí un puñado, las sequé en la estufa, las lié en un trozo de papel de novela del oeste y me fumé aquel rudimentario “porro” que me supo a rayos, resultado de la mezcla del papel impreso y manoseado con aquellas hojas que solo Dios y google saben si contendrían algún veneno, pero nada me pasó ni el mono me calmó pero aún así, de vez en cuando me preparaba un rudimentario y asqueroso porrete carcelero que al final hasta me sabía bueno.

Fumar porquerías como estas lo he hecho muchas veces, no voy a contarlas por ser ésta la más significativa, aunque ahora que recuerdo, en una ocasión fumé cagada de caballo seca, no sabía a tabaco ni a nada parecido, era necesario ponerle un filtro para evitar el contacto de la mierda con los labios.

Cuando vivía en el pueblo rondando los 10 años a la salida de la escuela reunido con los amiguetes solíamos fumar lo que nosotros denominábamos cigarrillos de “MATALAUVA” (Pimpinella anisum) ya hechos que vendían en los puestos de chuches,


aunque me parece que era la planta conocida como hinojo o anisitos (Foeniculum vulgare), es una planta muy vulgar que abunda por todos los campos, es muy popular y utilizada como condimento en la gastronomía, no estaba mal, solo que una vez encendido y tal como se iba consumiendo, soltaba unos pequeños petardazos parecidos a los de una traca pero en diminuto, a veces en una de esas explosiones saltaba alguna chispa con el riesgo de entrar en un ojo, no resultaba peligroso pero sí molesto, recuerdo que su sabor era prácticamente neutro el humo olía a anís. Estos infantiles cigarrillos los comercializaban en paquetitos de 10 ya liados a punto para encenderlos, eran muy parecidos a unos cigarrillos que se vendían en los estancos de tabaco muy bueno conocidos como “caldo de gallina”, mi padre normalmente consumía Ideales pero después de las comidas se fumaba un “caldo” (nombre que le daban los fumadores de entonces) era uno de los mejores tabacos y muy apreciado, negro y posiblemente habano, se lo administraba solo para la comida del medio día y grandes ocasiones, a veces yo le observaba a su lado,


vertía un montoncito de tabaco en la hojita que mantenía curvada entre los dedos de la mano izquierda, lo extendía con el índice de la derecha, y luego, con un movimiento rápido y preciso de las dos manos lo enrollaba, mojaba el borde del papel con la punta de la lengua, lo pegaba y se lo colocaba entre los labios, me daba envidia verle con la maestría que lo hacía; a continuación yo me iba bajo el porche del patio de mi casa e intentaba imitarle, mi inexperiencia no le alcanzaba en lo más mínimo pero disfrutaba haciéndolo y después fumándolo; yo no lo compraba en el estanco como mi padre, tenía una buena reserva del cultivado por mi amigo Kiko del que de vez en cuando le requisaba unas cuantas hojas y las guardaba en mi propio secadero, después en una caja de zapatos y tenía para casi todo el año ya que mi consumo era muy poco, apenas dos cigarrillos diarios me bastaban. Así estuve hasta que cumplí los 16 años que ingresé en el Ejército del Aire como voluntario para hacerme especialista profesional, casi todos mis compañeros fumaban distintas marcas según su poder adquisitivo, Bisonte los más ricos, Ideales los de clase media y Peninsulares o Celtas cortos los pobretones como yo que no fumaba ninguna de estas marcas porque había una y muy parecido al de Kiko que se conocía por “cuarterón”, contenía exactamente 50 gramos, era el más barato y el que más tiempo me duraba, recuerdo que el paquete era de color verde con con la leyenda en la parte superior TABACALERA S. A. en el centro ponía Picado fino Superior 50 gms. Y en la parte inferior PRECIO 1.40 PESETAS. El Bisonte era rubio y costaba 5 Pts con 20 cigarrillos el paquete, los Ideales 2.50 Pts y 18 cigarrillos, los celtas 2.00pts y los peninsulares 1.50,pts. ambos con 20 cigarrillos, éstos últimos era malos a rabiar, tenían estacas en su interior y ardían muy mal, eran fuertes y de sabor fatal, muy poca gente los fumaba y desaparecieron pronto del mercado. Los cigarrillos americanos solo lo vendían en el mercado negro las vendedoras de las calles céntricas de Madrid y ciudades grandes, solían ser señoras de avanzada edad que se colocaban en lugares estratégicos como a la salida del metro, en paradas de autobuses o a la puerta de lujosas cafeterías, cines y teatros: sentadas en un pequeño taburete sostenían sobre las piernas una especie de caja-mostrador de tamaño reducido lo suficiente para exponer el producto a la venta que consistía en las marcas antes mencionadas, papel de liar, cajas de cerillas, chicles, caramelos y poca cosa más; las marcas americanas las tenía guardadas en un cesto o bolsa bien escondida entre las piernas, solo lo sacaba de su escondite cuando era reclamado por algún comprador que ella veía de confianza pues algunas veces algún policía camuflado de paisano la podía meter en problemas...

El acopio de tabaco que traje del pueblo cultivado por mi amigo Kiko se me terminó, entonces había compañeros míos avispados que lo vendían al estilo de las viejecitas de Madrid en la puerta del comedor a la salida de la comida y la cena, solo vendían las tres marcas principales: Bisonte , Ideales y Celtas, el periodo de la venta duraba muy poco tiempo, apenas unos minutos, el tiempo suficiente para poder hacer el negocio y con las ganancias mantenerse el vicio y como yo pertenecía a la clase de chicos pobres que sus padres no les enviaban giros ni dinero dentro de las cartas, no podía mantener el único vicio que adquirí a tan corta edad y no me quedó más remedio que poner en marcha mi ingenio, así que me hice vendedor, no eran muchas las ganancias pero lo suficiente como para mantenerme; siempre llevaba los bolsillos repletos de cajetillas de las tres marcas y allá donde algún compañero necesitaba fumar, allá estaba yo para calmar su “mono”.

En 1959 termino mis estudios como especialista del Ejército del Aire, me destinan a una estación de radar recién construida organizada por un ejército compuesto por un 95% de yankis y el otro 5% de españoles que con el tiempo fueron aprendiendo y sustituyendo a los americanos.

Muchas cosas me asombraron y sorprendieron de aquella base militar en su mayoría yanky, construida, administrada y organizada por ellos: su perfecta organización, su disciplina, su trato democrático, sus formas de vestir con impecable limpieza y lo que más me asombró de todo y me producía una envidia terrible, era la comida y especialmente el TABACO que consumían, todas las marcas de rubio, el negro lo vendían solo en puros muy bien hechos y QUE PRECIOS¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡

Un cartón de Malboro costaba un dólar = 60 pesetas, las vendedoras de Madrid lo vendían a 15 pesetas el paquete, o sea, a 150 el cartón, más del doble de su precio original. A los militares españoles nos dejaron entrar a su almacén al principio pero ay, ay, ay, pícaro español, muy pronto comenzamos a hacer de las nuestras con el contrabando hasta que se dieron cuenta y nos cerraron el grifo, nos prohibieron la entrada y algunos como yo que trabajaba con ellos en los mismos puestos de trabajo, tenía amigos que me lo conseguían y gracias a esto pude continuar con mi puto vicio, y ciertamente mantener ese vicio con calidad y elegancia ya que me permitía poder fumar las mejores marcas de cigarrillos y habanos del mundo a los mejores precios. Nunca se me ocurrió hacer contrabando por si se me cerraba el grifo, esto duró hasta que en 1964 dejaron las bases y se fueron a su país dejando a los españoles al mando, administración y organización por militares españoles. Y que cambio Dios mio¡¡¡¡ como de la noche al día...

ellos estaban perfectamente organizados, nosotros estábamos perfectamente desorganizados, el cambio fue radical. Ya no se olía a comida ni a tabaco americano, ya no se veían a las señoras manteniendo todo impecablemente limpio sino a reclutas y soldados que en vez de limpiar ensuciaban más, el mobiliario se empezó a deteriorar sin reponerse, el ambiente demócrata y disciplina justa que ellos mantuvieron desapareció por completo convirtiéndose en un estado de prepotencia, yo mando y ordeno, Usted obedece y un largo etc. donde no me quiero extender ni profundizar porque aquí estoy para escribir sobre mi historia y adicción al tabaco, no para calificar al os grandes “hijos de la gran puta” que nos dominaban por sus galones y estrellas.

A partir de entonces volvimos al estanco para conseguir el Bisonte, único tabaco rubio que entonces había, a los Ideales y a los Celtas largos y cortos con la grandiosa novedad de poder adquirir a precios razonables tabaco procedente de las Islas Canarias, todas las marcas exclusivamente de tabaco negro pero de buena calidad aunque en los estancos se comenzó a comercializar una imitación al canario conocido como DUCADOS. REX, CORONAS, MENCEY y otros se podían ver y por supuesto adquirir en los estancos. Y si alguien quería recordar el sabor de las marcas americanas, tenia que ir a las vendedoras antes mencionadas del mercado negro que continuaban teniéndolo escondido bajo su refajo a precios abusivos como es de suponer.

Puedo asegurar que en todo este tiempo como fumador desde mis inicios hasta estos momentos nunca me faltó tabaco ni pasado necesidad de él a excepción de las hojas de acacia en el calabozo y otros posteriores casos que paso a contar.

Pero antes de continuar abandono la escritura por culpa otra vez del “mono” el muy cabrón me ataca, me busca, me tienta y he de deciros que es muy difícil llevar este tema sin poder calmar las ansias de fumar, me voy a dar el paseo de rigor, me haré un zumo de naranja, ayuda a desintoxicarse y olvidarse, tocar otro tema, ver otro paisaje que no sean letras hablando del tabaco, es como si a un mujeriego le dejaran ver y tocar a una preciosa mujer pero nada más. Sería un martirio ¿Verdad? Pues eso me está pasando a mí, escribo, leo sobre el tema prohibido y el diablillo no para de tentarme así que voy a agarrarle por el cuello, saldré al jardín y con la maza más gorda lo machacaré.

Hasta luego u otro día.

Dos días después, sigo.

Como fumador empedernido he tenido la suerte de vivir buenas épocas en mi vida donde nunca me ha escaseado, primero cuando su descubrimiento e inicios en la época de Kiko Pelaespigas, posteriormente cuando era vendedor, después con los yankis, a continuación hubo otra época gloriosa donde nos traían tabaco americano desde las Islas Canarias a precios más que razonables e incluso mucho más baratos que los del estanco, así que nunca me faltó, siempre tuve el vicio garantizado y al alcance de mi mano, normalmente siempre he fumado tabaco rubio a una media de dos cajetillas por día, a veces llegaba hasta tres o quizás más si coincidía que tenía servicio de noche.

Todo esto intercalando de vez en cuando un puro por el motivo de alguna boda, bautizo o simplemente porque me apetecía después de comer.

En mi penúltimo destino Estación de Vigilancia Aérea nº 7 ubicado en el pico más alto de Mallorca a 1460 m। de altitud, las nevadas en los inviernos eran muy copiosas, en varias ocasiones me he quedado aislado por varios días, la vez que más fueron 8 batiendo el récord, a pesar de ser muchos días nunca me faltó tabaco ya que previniendo lo que podía ocurrir metía en la bolsa 4 o 5 cartones de Winston la marca que entonces fumaba, los compañeros que conmigo se quedaban aislados no eran tan previsores por lo que siempre me rogaban les diera o vendiera alguna cajetilla, cosa que jamás hice por el miedo de quedarme yo sin él pero no les hacía sufrir, porque como buen fumador dabía lo que era pasar mono, cuando esto ocurría administraba mi tabaco de forma muy estricta, solo éramos 4 o 5 personas que de haberle metido mano a mis reservas hubieran durado un par de días como mucho, entonces lo administraba dándoles uno después de cada comida, después normalmente para pasar el tiempo estábamos en la sala de estar jugando a las cartas y cuando a mí me apetecía o tenía ganas encendía uno y nos lo íbamos pasando como los drogatas se pasan el porro, todos fumábamos por igual y cuando llegaba el relevo aún me quedaban sobrantes, casi siempre me tachaban de tacaño o rácano pero en el fondo sabían que tenía razón, actuaba bien y me lo agradecían.

Una preciosa vista de la montaña nevada

En marzo de 1982 paso destinado al 801 Escuadrón de FFAA en Palma de Mallorca donde por ser una unidad de vuelo las aeronaves que van a las Islas Canarias nos siguen abasteciendo la materia prima para mantener muestro puto vicio a destajo y a buenos precios así que no me privo, continuo echando humo por la boca, por la nariz y hasta por las orejas, compraba por cajas de 50 cartones, alternaba con tabaco de pipa que muy a menudo llevaba colgada de los labios y nunca me faltaba un purito después de las comidas o presenciando un partido de fútbol con los compañeros.

En 1987 padezco mi primer infarto, ingreso en la UCI, sobrevivo pero el cardiólogo me anuncia que si continuo fumando repetirá con el riesgo de que sea el definitivo así que dejo de fumar por primera vez aguantando hasta tres meses hasta que un mal día un compañero en el trabajo fumaba siempre muy cerca de mí con la fatal y lógica casualidad de dejar su cigarrillo encendido sobre el cenicero y se ausenta, el humo llegaba a mi nariz con agradable nitidez así que no resisto a la tentación de darle una chupadita, me supo fatal pero a pesar de ello repito con una segunda chupada, tal vez para auto convencerme de que ya no me gustaba y podía dejarlo con facilidad, a continuación le doy varias chupadotas hasta que me lo termino con cierta sensación de culpabilidad pero también con la grata sensación de volver a probar algo que tanto me gustó y me seguía gustando, aún así me sentí muy arrepentido de ello porque a los pocos minutos viene mi compañero y le pido uno, porque mi deseo era en esos momentos fumarme uno entero para convencerme de que podía aguantarme sin él o por el contrario, quería saber si me volvería a enganchar y la fatalidad fue que resultó ser lo segundo. En casa sabían que había dejado de fumar y me privaba de ello, solo lo hacía en el trabajo a escondidas ya que los compañeros estaban enterados, sabían lo del infarto y temía me regañaran, cuando me encontraba en casa con la escusa de sacar a la perrita de paseo aprovechaba pero muy precavido yo me metía en el garaje donde guardaba el coche y había un grifo que se utilizaba para lavar los coches, allí me lavaba las manos porque mi mujer tenía un olfato endiablado, me lo notaba a mil kilómetros de distancia, a pesar de mis precauciones al llegar a casa me decía con cara de enfado ¡ya has fumado! Y siempre le respondía lo mismo, es que el vecino subía conmigo y venía fumando, ya sabes como se infecta la ropa, ella callaba pero creo que otorgaba...

Me doy cuenta de que lo mío es algo de tipo psicológico, no me es posible dejar el puto vicio, cada vez voy en aumento, al principio era un cigarrillo después de cada comida o tal vez alguno más siempre a escondidas, nunca llevaba la cajetilla encima, siempre en el coche y en casa no había por lo que para poder fumar tenía que salir con la perrita a pasear, entrar en el garaje, coger un pitillo y allí mismo me lo ventilaba con sumo placer dándole caladas que me llegaban a los talones, a veces el cigarrillo se consumía tan rápidamente que encendía otro con la colilla del anterior.

Un compañero me informa de que conoce a un médico que logra dejes de fumar con acupuntura, mi compañero también fumaba por lo que un día nos ponemos de acuerdo para visitarle juntos, nada más entrar a la consulta nos dice que tiremos el tabaco que llevamos en los bolsillos a la papelera y así hicimos, a continuación nos coloca una especie de agujitas en las orejas y nos despedimos hasta la semana siguiente.

Ahora lo dejo porque son casi las dos de la madrugada, tengo sueño, también ganas de fumar, me voy a la cama a intentar dormir y también trataré de no soñar que fumo...

Cuatro días después.

No soñé que fumaba pero sí he tenido muchas ganas estos dos días, me he encontrado bastante bien, he trabajado en el huerto y al pasar por ciertos lugares y en momentos puntuales cuando solía pararme para descansar, me he sentado en la tumbona que hay junto a la pared del cobertizo donde guardo las herramientas y enseres de trabajo y donde me solía fumar un cigarrillo pero hoy no ha sido posible, el diablo me ha tentado y le he mandado a la mierda, otro triunfo ganado para mis vitrinas que poco a poco se van llenando.

Estábamos en las agujitas de acupuntura, pues bien, salimos más o menos satisfechos, con cierta esperanza pero con diez mil pesetas menos en los bolsillos, el equivalente a 50 cajetillas de Winston que me duraban menos de dos meses, bueno... si dejo de fumar valdrá la pena aunque solo sea por el ahorro.

Regreso a mi destino donde yo era el encargado del almacén para suministrar al bar donde lógicamente se vendía tabaco traído de canarias, el camarero al verme me dice que no tiene tabaco, voy al almacén de donde saco varios cartones y se los entrego al tiempo que le pido un café que me sirve en dos minutos y ufffffffffffffffffffff¡¡¡¡ al primer sorbo ya comienzo a sentir las ganas de saborear la mezcla Wiston-café, me toco las agujitas de las orejas, noto que todas están en su sitio y el mono se agudiza, no resisto la tentación de pedirle un paquete al camarero con la intención de extraer solo uno y después tirar el resto pero que coño, el resto me los fumé aquella misma mañana, las agujas de acupuntura no sirvieron para nada, pobres diez mil pelas que me gasté a lo tonto, esa misma noche desaparecieron las agujas de mis orejas posiblemente debido al roce con la almohada, no hicieron efecto y más bien creo que yo no quise que me lo hiciera porque el mono debe largarse a estacazos, echarlo definitivamente de la mente y no volver a dejarle entrar nunca más pero yo lo dejé, también creo que aquel famoso médico conocido por el Dr. Kovacks, el que asistía a SSMM el Rey en el palacio de Marivent cuando pasaba sus vacaciones en Mallorca, al que también le colocó las famosas agujitas para que dejara de fumar sin hacerle efecto como a mí y muchos otros; SSMM lo dejó 25 años más tarde casi al mismo tiempo que yo pero obligado por su cáncer de pulmón, que cosas... ¿Verdad? Siempre a cada calada que le damos al cigarrillo pensamos en este riesgo haciendo caso omiso hasta que le vemos las orejas al lobo.

En 1987 paso a la reserva con 47 años de edad, un chollo que ademas de seguir cobrando lo mismo, tenia derecho a un ascenso más y a todos los privilegios como si estuviera en activo, es a partir de ahora que comenzaré a darme la buena vida y por fin descansar habiendo dejado lo que menos me gustaba pero me aburría mucho por lo que me busco un trabajo con la gran suerte de encontrarlo muy pronto y en algo que a mí me gusta, bonito y sin responsabilidad y lo mejor es que entran dos sueldos en casa, vivo alegre y feliz, en mi trabajo me respetan y disfruto las vacaciones en la casa del estudio de Sóller con la familia y encantado de la vida.

Dos años más tarde, cuando mejor vivía, cuando menos entres sufría y además durmiendo una plácida siesta, sufro el primer infarto ya antes mencionado con las prohibiciones que también he narrado con anterioridad, al año siguiente me repite no tan fuerte, me vuelven a prohibir el tabaco que intento llevarlo con una terapia de grupo y ayudado con Zintabac, bien, la cosa parece que funciona, después de cuatro semanas de terapia y otro mes más con el mismo medicamento creo haberlo conseguido, mi felicidad y la de los que me rodean es inmensa, ya me considero un EXFUMADOR que con orgullo lo proclama a los 4 vientos y cuando me ofrecen un cigarrillo tengo la satisfacción de poder decir GRACIAS, NO FUMO.

Continuo en el mismo trabajo alegre porque ya no fumo, he alcanzado los 3 meses sin humo y es aquí cuando me tienta el diablo con la historia antes contada del compañero que deja el cigarrillo en el cenicero y a partir de entonces la cagué volviendo a ser un fumador empedernido, fumo a escondidas, escondo el tabaco en los lugares más insólitos y no hay forma de quitarme el puto vicio.

Al año siguiente sufro un desprendimiento de retina, es una buena ocasión para dejar de fumar pues he de estar ingresado unos 20 días pero no logro olvidarme del tabaco, el sufrimiento además de la operación con 24 días en cama completamente boca arriba sin poder moverme para nada, ni para ir al baño; me dan el alta y lo 1º que hago es ir al estanco a buscar veneno. La operación no quedó bien, me han de intervenir una 2ª vez, ésta son 40 días boca arriba, un verdadero martirio con el resultado de la pérdida total de la visión del ojo derecho; caigo en una profunda depresión debido a las enfermedades pero seguimos adelante... continuo fumando a escondidas, aunque no me importa lo sepan pues he llegado a un estado que solo deseo morir.

Como último recurso voy a consulta a la clínica Barraquer de Barcelona, aquí tengo una buena anécdota para contar:

tenían que examinarme varios doctores, me encontraba en una especie de salita de espera totalmente solo a la espera de que me hiciera efecto un líquido que me habían puesto para dilatar la pupila, llevaba más de 24 horas sin oler ni pizca de humo, en esto que veo entrar a un personaje con bata blanca, posiblemente era un médico, iba fumando y antes de traspasar el umbral de la puerta del consultorio, veo como deposita el cigarrillo sin apagar sobre el gran cenicero a la entrada, yo me encontraba sentado en una silla de ruedas a menos de un metro de distancia del cenicero, solo tenía que alargar el brazo para alcanzar aquella hermosa colilla que aún no se había convertido en tal, porque su antiguo dueño seguramente solo le dio una chupada por lo que no era colilla sino más bien un cigarrillo entero y con muy buena pinta, por su aspecto parecía rubio, tal vez Winston o Malboro pero me daba igual, los ojos me hacían chirivitas, estaban iluminados, no se si por el líquido dilatador o por ver aquel hermoso cigarrillo aún humeante que me estaba diciendo, venga, agárrame y aprovecha que no vas a tener otra ocasión más propicia, y naturalmente que lo agarré y sin pensar si podría ser de un sidoso o tuberculoso le di una profunda chupada que me llegó a los talones, luego otra, después otra y no más porque se acabó, llegó a su fin, hasta la zona de filtro donde ya no hay más donde sacar jugo.

Terminan los exámenes y me dicen que tengo en el ojo una Vitrectomía compleja muy difícil de solucionar, solamente un oftalmológico de la clínica Quirón también de Barcelona es especialista en este tipo de lesiones oculares y allá que voy rápidamente trasladándome con un taxi donde nada más llegar me ponen los mismos líquidos para dilatar y espero como media hora, entro en el consultorio del Dr. Corcóstegui y después de examinarme me dice que tiene remedio, que me puede arreglar el desprendimiento y devolverme la visión del ojo, me hace presupuesto ya que ha de realizarse en la clínica más cara de Europa y acepto poniéndole casi dos millones de pelas para repartirse entre la clínica y él, todo sin IVA (pandilla de ladrones) pero bueno... después de pasar por el sofisticado quirófano me llevan a una lujosa habitación donde permanecí varios días con la cabeza boca abajo, al revés que en las anteriores intervenciones, a los 8 días salgo de alta con rumbo a mi casa pero en barco ya que es peligroso volar a ciertas alturas, el resultado ha sido más que satisfactorio, ha valido la pena el gasto de casi dos kilos porque de no ver absolutamente nada, ahora puedo ver luz, imágenes difusas y colores, me dijeron que tal vez se podría corregir con una lente pero no pudo ser, se hicieron pruebas y me quedé prácticamente “tuerto”.

Y ahora dirán los lectores ¿Porque nos cuenta todo esto, sus infartos, su pérdida del ojo, sus depresiones, etc? Pues sí, cuento todo esto para que vean que la nicotina influye mucho más en personas débiles y con problemas que en personas sanas y resulta muy difícil aunque uno se lo proponga quitarse de este maldito vicio porque después de más de 60 años metiéndolo en la sangre, es muy difícil sacarlo.

Continuo fumando a semi escondidas porque creo que en casa ya todos lo saben y entienden... a pesar de todo, mi empeño en abandonar este hábito era muy grande hasta el punto de acudir a otra terapia de grupo, ya es la segunda y con ayuda de Zintabac consigo estar sin fumar solo lo que dura el tiempo de la terapia y la caja del medicamento, al día siguiente me engancho de nuevo.

Ah¡, se me olvidó decir que también he usado parches, chicles y hasta varias sesiones de hipnosis pero nada pudo con el maldito vicio.

O sea que sumamos

.- acupuntura= pocas horas sin

2ª.-chicles + fumar igualmente 0 días sin

.- Obligado por el primer infarto= 3 meses sin

4ª.- primera terapia más zintabac = 2 meses sin

.- parches y continuar fumando, continué sin acabar la caja de parches

6ª.- segunda terapia de grupo más ipnosis y zintabac = 68 días

.- 2º infarto 3 días en la UCI, 5 días en planta, prohibición facultativa total pero el mono me vence, = 42 días sin

8ª.- Por una insuficiencia renal me ingresan para operarme del riñón izquierdo y me digo, vaya, esta podrá ser una buena oportunidad para dejarlo si estoy ingresado varios días o posiblemente semanas ya que la cosa era grave pero no, a pesar de que era grave solo estuve ingresado 8 días y salgo de alta a casa con un mono terrible, ya antes de ingresar tiré todo el tabaco a la basura con la idea de nunca más y pobre de mi... estando convaleciente que no me podía casi ni mover, paseaba muy despacito ya que los dolores de la herida eran terribles y a pesar de ello me voy hasta el bar más cercano que hay una máquina espensedora para surtirme del maldito vicio, me lo suministro muy bien, solo dos o tres cigarrillos cada día, luego 4 a 6 y voy subiendo la dosis hasta llegar casi a los 20, me doy cuenta de que soy un burro sin remedio, que no soy capaz, que mi fuerza de voluntad es nula y entonces me digo YA ESTÁ BIEN, SE ACABO¡¡¡¡¡¡¡¡, cojo la media cajetilla que me quedaba y sin pensarlo dos veces la tiro al pozo de la finca con unos 15 metros de profundidad, paso la tarde pensando en que soy un valiente, lo voy a conseguir a pelo, llega el día siguiente y mi fuerza de voluntad se va al carajo, el mono regresa a mi mente con más poderío que nunca, busco colillas por el jardín, por el huerto donde solía fumar, encuentro varias pero casi terminadas porque yo era lo que se dice “un fumador empedernido” siempre apuraba hasta el filtro y claro ¿Que podía encontrar en aquellas colillas? Nada, solo filtros, pues nada, ahí llega mi ingenio... miro el fondo del pozo, veo la cajetilla flotando y como fui aficionado a la pesca, tenía cañas y aparejos con los que me armo un artilugio de sedal y al final ato un pequeño cesto que utilizaba para recolectar la fruta, allá que voy a la pesca del paquete y a la 11ª intentona consigo introducirlo en la cestita, cuando lo veo subir se me caía la baba... mmmmmmmmmmm que rico me va a saber... pero al llegar arriba tenemos un problema: todos los cigarrillos vienen mojados y me digo, bueno, esto tiene remedio, los puse a secar al sol de aquel tórrido verano y antes de una hora ya estaban a punto de meterle mecha.

Continuo con el puto vicio cuando me llaman de la clínica para comunicarme que en la operación se quedaron con unas muestras que analizaron encontrando algo extraño, he de ingresar de nuevo para hacerme otra prueba que duran unas diez días, era muy simple y sin tratamiento alguno, yo me encontraba muy bien por lo que en la clínica hacía una vida muy normal, paseaba por los pasillos, miraba la TV, etc. como si nada, no estaba enfermo, solo debería esperar el resultado de las pruebas y después ya se vería y como es de suponer, en la clínica no vendían tabaco, de modo que me las ingenio para conseguirlo ¿Como? Pues muy sencillo, desde la ventana de mi habitación cada mañana miraba y justo enfrente de la clínica hay una gasolinera y me dije: seguro que ahí venden tabaco, voy pallá, pero como las vestimentas de estar en la clínica consistían en un pijama y bata encima para cuando salia a pasear por los pasillos, con esta indumentaria no podía ausentarme, de modo que abro el armario, saco mi ropa de calle, me cambio y con toda la tranquilidad del mundo salgo a la calle sin que nadie me diga nada, voy a la gasolinera donde efectivamente vendían el codiciado tabaco, no compro un paquete sino un cartón entero mas un mechero, o sea, 10 paquetes y no podéis imaginar lo contento que regresaba a mi celda donde me los fumaba en la terraza naturalmente a escondidas de las enfermeras, doctores, señoras de la limpieza y por supuesto en horas que no recibía visitas, es verdad que no fumaba demasiado, quizás uno después de cada comida y alguno más pero no muchos por lo que los 10 paquetes me duraron hasta que me dieron el alta, ¿Saben donde escondía los paquetes? Porque el riesgo de que mi mujer los descubriera suponía perderlos; en el lugar más insólito que se puedan imaginar, justamente a la entrada de la habitación detrás de la puerta hay un cajetín con llaves y cables de electricidad con hueco suficiente para poder esconder detrás de todo eso las cajetillas que iba consumiendo poco a poco durante mi encierro hospitalario hasta que me dieron el alta y mira por donde que con la alegría de que me iba a casa más los resultados de las pruebas que dieron negativo me dejo en el escondite tres paquetes enteritos.

9ª.- Padezco otra insuficiencia renal por lo que es necesario una segunda operación al riñón derecho, ingreso, me opera el mismo cirujano de la vez anterior con un éxito asombroso, dos días en la UCI y en planta otros diez, es ahora cuando el “mono” otra vez me ataca de nuevo, con mucha dificultad doy paseos por el pasillo, me atrevo a ir hasta el hall con y hasta una hermosa terraza donde cada día y a todas horas veo fumadores que salen allí porque no les dejan fumar dentro, me atrevo a salir y permanecer a su lado para al menos poder aspirar algo de humo y... ALELUYA¡¡¡¡¡ mi memoria no me falla, es cuando recuerdo los paquetes escondidos en el cajetín de cables eléctricos tras la puerta de entrada y también el nº de habitación que por casualidad y mi suerte se encontraba en la misma planta que la mía pero ¿Como entro si hay algún enfermo? El ingenio del diablo mono se pone en marcha montando la estrategia de vigilar durante todo un día el movimiento y las entradas de personal a la habitación donde se halla mi tesoro, efectivamente se encuentra ocupada, hay entradas y salidas de enfermeras y por la tarde las visitas de los familiares, en una de mis pasadas observo que el paciente se encuentra en cama con tubos por todas partes, al parecer sin poder moverse y tal vez inconsciente, eso me da ánimos porque en el caso de entrar a una hora que no hubiera visitas ni previstas entradas de enfermeras, me resultaría fácil, nadie me descubriría y así lo hice, esperé hasta mas o menos las dos de la madrugada que es una hora con muy poca actividad y allá que me decido a traspasar el umbral de la cueva de Ali-babá sin sus 40 ladrones ni vigilantes que me impidieran el paso, eché una mirada al enfermo que parecía dormir plácidamente, abro el cajetín y EUREKA¡¡¡¡ allá estaban mis tres codiciados paquetes de Winston, uno de mis preferidos, y ahora viene la segunda parte, no tengo fuego, el encendedor inseparable amigo del tabaco que siempre deben ir juntos, ¿Donde puedo encontrarlo? Ya está, en la terraza de fumadores, allá que voy decidido con una inmensa alegría en mi cuerpo pensando en la calada que le voy a dar al Winston que dentro del bolsillo de mi bata lo estoy acariciando con mi mano, camino disimuladamente pasillo adelante, paso por el mostrador de enfermeras donde veo a una leyendo tranquilamente, me mira y me pregunta ¿Le ocurre algo? No señorita, nada, es que no tengo sueño y he salido a pasear, el doctor me recomendó que paseara, que es bueno para la herida, a lo que me responde, si, si claro, es muy bueno, continué y si necesita algo ya sabe donde estoy, muchas gracias, le respondo. Por fin llego al hall y veo la terraza desierta, JODER¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ MIERDAS¡¡¡¡¡¡¡¡¡ ¿Que hago? Mi mano continua acariciando el paquete sin abrir dentro del bolsillo de mi bata, el mono se agudiza y mi ingenio también ¿Como? Pues muy sencillo, se que a cualquier hora los quirófanos funcionan a cuya salida suele haber familiares esperando; bajo una planta donde se encuentran y enfrente una sala calcada al hall de arriba, las hay en todas las plantas con las terrazas iguales y en ella veo a una pareja felizmente fumando y tomando el fresco VIVAAAAAAAAA¡¡¡¡

Con paso decidido y mano temblorosa me dirijo a ellos y les pido fuego.ufffffffffffffffff por finnnnnnnnnn¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ que rico me sabe, el mas bueno de todos, después de terminarlo hasta el filtro con la colilla enciendo otro y me emborracho de un rico y sabroso humo de Winston, mi preferido; a continuación me voy a dormir tan alegre como el niño que le acaban de dar un precioso juguete. Recibo el alta y me voy a casa llevando una vida más o menos feliz a pesar de mis achaques, mis malestares , me encuentro débil pero con muchas ganas de hacer cosas, de trabajar en el jardín y la huerta, continuo fumando a escondidas, pasa el tiempo y ya todos saben de mi secreto hasta que llegan a permitirme fumar delante de ellos solo en verano porque dentro de la casa me está totalmente prohibido por el mal olor que queda por doquier, aún así, arriba donde tengo el ordenador, donde estoy escribiendo esto y donde paso la mayor parte del invierno, nadie más que yo entra y fumo todo lo que me da la gana, procuro hacerlo con la ventana abierta y ventilar todo lo que puedo pues Merceditas lo huele a mil kilómetros de distancia y me recrimina, me regaña pero es imposible hacerme entrar en razón.

Yo quiero, deseo dejarlo, se que será por mi bien, temo padecer una bronquitis y morir con falta de aire, esto me aterra y por ello trato, intento comienzo a fumar bastante menos y me confecciono mi propio plan con la mezcla de todos los que he llevado intentando extraer lo mejor y más sustancial de cada uno de ellos y es el siguiente:

2 comentarios:

  1. Erithakus, me he tronchado la verdad. Este capítulo me ha recordado a aquellas películas italianas, en que los protagonistas vivían tremendos dramas pero la forma de contarlas nos hacían reír. Me ha encantado y por supuesto que leeré todo lo que escribas y ya me has recomendado alguno. Gracias me lo estoy pasando muy bien. Un abrazo: Marisa

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  2. Un héroe. Realmente heroico, creo que le matará un rayo,el tabaco en el,ha llegado a ser inocuo.Deberias ser objeto de estudio, tal vez hayas creado anticuerpos.

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